Entre los accidentes que suelen sufrir los gatos domésticos, el más frecuente es la caída desde grandes alturas.
Los mininos son cazadores temerarios que por instinto gustan de pasearse por terrazas y ventanas abiertas.
Pese a que son agilísimos equilibristas, no es raro que por una distracción o un error de cálculo acaben con sus huesos en el suelo.
El alto índice de supervivencia a estas caídas libres se debe a que adoptan instintivamente la mejor postura para amortiguar el golpe; de ahí su fama de tener siete vidas.
Pero pese al refrán, no son pocos los que llegan a la consulta con la mandíbula rota o un cuadro de lesiones internas, que los veterinarios han bautizado como síndrome del gato paracaidista.
Y entre los que sobreviven hay muchos que se pierden.
La única receta posible es evitar su acceso a alféizares y barandillas. Sobre todo a los más temerarios.
El gato blanco y negro de las imágenes se llama Ampar. Es un gato recogido y salvado de la calle por ANAA, precioso y sociable.
Ampar apareció un buen día de este duro invierno en los exteriores de un hospital de Madrid, los empleados de allí jamás le habían visto y por su sociabilidad, suponemos que fue un gato abandonado.
Los empleados del hospital se dedicaron a darle de comer... tan agradecido estaba que jamás se separaba de allí e incluso acompañaba a los trabajadores que salián a fumar con tal de que le cayera alguna caricia.
Una de esas empleadas es voluntaria de ANAA. Cuando dió el aviso le dijeron que lo cogiese pero cuando lo íba a hacer, Ampar desapareció...
Pasaron tres días y Ampar volvió... pero en condiciones horribles: tenía una pata completamente destrozada y estaba lleno de heridas. Suponen que fue debido a un atropello.
Desde ANAA insistimos en lo importante que es coger a un gato que busca el contacto humano, son gatos que no saben buscarse la vida, son gatos que necesitan ser salvados de la calle para no acabar atropellados, maltratados o muertos.... No cierres los ojos ante el abadono, ayúdales, estás salvando una vida.
Urgentemente lo rescataron y llevaron a ANAA. En todo momento al manejarle fue un santo, no se quejó ni una vez. Le operaron urgentemente y aunque ha habido alguna complicación que otra, Ampar está saliendo adelante, está luchando por salvar su patita.
Ahora tiene motivos por los que vivir, tiene muchas ganas de seguir haciéndolo, ahora aunque está en una jaula, tiene lo que más desea: cariño, comida y un sitio calentito donde descansar y sin tener que pasar calamidades.
Tiene aproximadamente un año.
Contacto: anaa@anaaweb.org
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