domingo, 6 de junio de 2010

SEIS POBRES TIGRES.

copio:

Pilar Rahola. 6/06/2010.

Tengo gatos en casa y cuando los acaricio recuerdo la frase atribuida a Victor Hugo: "Dios hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre". Ciertamente, cuando esos pequeños amigos duermen en cualquier sofá mullido, mientras la mano pasa suavemente por el lomo, el felino de las densas junglas toma cuerpo en la imaginación.




¡Qué extraordinarios animales, tan dotados de las certeras habilidades de la lucha, como poseedores de una paz infinita!

Imaginarlos en plena carrera, con su cuerpo perfecto retando al viento, es un regalo de los sentidos. Ahora mismo tengo a mi gata más faldera al lado del ordenador, jugando con un bolígrafo. Tiene una mirada traviesa, y observándola siento como si vaciara mis miedos, y me regalara un instante de profunda calma.

Pero la calma del animal me retrotrae a la brutalidad del hombre. ¡Qué terrorífico desprecio por los otros seres vivos del planeta! Hoy el artículo se sitúa en el interior de una jaula, aparcada en un remolque en Cunit, donde seis tigres viven desde hace cuatro años. Cuatro largos años sin poder salir de los barrotes que los aíslan de sus deseos de gozar de horizontes lejanos. Cuatro largos años tirados en un espacio frío, alimentados con pollo, dejados allí por uno de esos empresarios de circo que hacen negocio idiotizando a seres vivos, para que los niños aplaudan las monerías. No es un espectáculo de muerte, como los toros, pero morir es un verbo que se conjuga de muchas maneras, y también es muerte la vida en una jaula donde seis tigres se autolesionan y enloquecen. ¿Quién se preocupa por ellos? Como siempre, los voluntarios animalistas que dejan esfuerzo y energías en hacer entender a las autoridades que gobernar también es evitar el sufrimiento innecesario de los animales. Laura Riera, de Faada, se ha convertido en su única hada madrina, y su lucha diaria entre despachos de Medi Ambient y el ministerio del ramo, que se tiran los tigres a la cabeza con la misma alegría que venden sensibilidad ecológica, es la crónica de un desespero. Han conseguido finalmente un refugio en Estados Unidos, pero dicen que es caro trasladarlos.

Lógico, el dinero lo malgastan en otras cosas. Podrían ir a Aqualeón, pero esta empresa que recibe 500.000 euros públicos para su negocio privado dice que ni hablar. Parece que un zoo de Madrid aceptaría cuatro, pero todo sigue en el aire. Lo que en otros países habría sensibilizado a las autoridades y habría permitido una salida honrosa para estos pobres animales se convierte aquí, por arte de incompetencia e indiferencia, en una tortura de años. Seis tigres de Bengala, usados para hacer tonterías ante niños en un negocio arcaico, y después abandonados en una jaula, a vivir su agonía. Ciertamente, los únicos seres humanos del planeta son los animales.


fuente: http://www.lavanguardia.es/premium/publica/publica?COMPID=53940176998&ID_PAGINA=22088&ID_FORMATO=9

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