jueves, 18 de diciembre de 2008

CUENTO DE NAVIDAD

Un perrito, la ternura hecha regalo.

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UN CUENTO DE NAVIDAD
. ---La mano humana surgió ante la perra, y ella armó con el gruñido el escudo protector de sus crías. Cuando el cachorrito se elevó llevado por la mano, dibujó una dentellada de feroz decisión. La voz del perro-padre frenó el impulso del instinto.
----Déjalo. No le hará nada. El hombre es el mejor amigo del perro.
---El perrito escuchó la frase y la guardó en su memoria.
---La perra lanzó un gemido, y levantando una pata a modo de ruego, imploró con muda mueca que le devolviera a su hijo. Los ojos se le vidriaron, y de su boca abierta cayó la lengua vencida.
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---Acurrucado entre las altas paredes de una caja de zapatos, el perrito pasó de las manos del hombre a las manos de otro hombre, a cambio de dinero.
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---El coche, al alejarse, apagó con distancia los lastimeros aullidos de la perra, que ahogada en impotencia tragó la amargura de la certeza: sabía que nunca más volvería a ver al hijo de sus entrañas.
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---Una calle marcó el punto de destino. El hombre descendió del vehículo caja en ristre; tal si cargara un cofre con un tesoro. Tras un corto viaje en ascensor, un desolado pasillo los depositó ante una puerta. El hombre la abrió.
----¡Niños! -dijo con potente voz- Éste es el regalo de Navidad.
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---La alegría iluminó todos los rostros. Cual un muñeco de peluche el perrito circuló de brazo en brazo, coronado de miradas tiernas y aturdido de caricias. En el ánimo del animalito se alojó la felicidad; se supo amado. Como obsequio de bienvenida pronto recibió un nombre: lo llamaron Truhán. Y para Truhán, el rudo frío de diciembre se diluía en el calor humano que lo rodeaba.
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---Las jornadas pasaron y los gemelos, Marisa y Jorgito, hacían del descanso de Truhán un postergado deseo, ya que, entre juegos y mimos, lo agotaban. Y los paréntesis de respiro eran aprovechados por la abuela Paca, que tiernamente lo subía a su regazo a colmarlo de cariño. Además, tres veces al día lo llevaban al parque, donde corría a gusto y jugaba con los otros perros del vecindario. De allí que en su memoria palpitaba la frase de su lejano padre: "El hombre es el mejor amigo del perro".
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---Mamá Clara y papá Joaquín, sonreían complacidos; sin asomo de dudas, el perrito completaba el cuadro familiar.
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En tanto, el tiempo fue haciendo de Truhán un perro ágil, inquieto, y, sobre todo, amoroso con la gente.
----Es encantador -decían los vecinos.
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Truhán acompañó la angustia familiar por la enfermedad de la abuela Paca, presenció las disputas entre Clara y Joaquín, y compartió las risas y las lágrimas de Marisa y de Jorgito.
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---Llegaron los calores fuertes. Una mañana bien temprano, y tal como acostumbraba a hacerlo, papá Joaquín, lo instó a subir al coche. Truhán, de un salto se instaló en el asiento de al lado del conductor. Anduvieron mucho rato. El hombre conducía intercambiando con el animalito miradas cariñosas.
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Mucho tiempo después de abandonar la ciudad, Joaquín detuvo el automóvil. Se bajó, abrió la puerta, y sonriente lo invitó:
----Vamos, Truhán. Baja a correr un poco.
---Él saltó a tierra, y con el entusiasmo gorgoteando en su pecho, salió disparado a retozar por el campo. Brincó entre piedras y matorrales, le ladró a las aves que al verlo levantaban vuelo, y se divirtió poniendo en fuga a una alarmada lagartija. Mas, cuando volvió la cabeza buscando la sonrisa aprobatoria de su dueño, Joaquín ya no estaba.
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---Con la boca desencajada y el hocico levantado, vio al coche empequeñecerse en la medida que se alejaba. De pronto, el zarpazo de una curva lo borró de su vista. Una espuma blanquecina le brotó de la boca, y su cuerpo fue sacudido por el latigazo de la sorpresa. Al instante la tristeza lo atravesó, y su alma cayó postrada a los pies de la soledad. Entonces Truhán, negándose a aceptar lo evidente, se echó en el arcén con los ojos tomados por el silencio, y mirando anegado de esperanza, se dispuso a aguardar el regreso de Joaquín.
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---En los brazos de la abuela, Marisa y Jorgito, lloraban.
----No teníamos con quien dejarlo -les repetía la madre, a fin de mitigar la pena de los niños, que entre sus dedos sostenían la pelota y los muñecos de Truhán, porque en esos juguetes palpitaba la alegría del amado perrito .
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---Llegó el padre.
----¡Solucionado! Mañana nos vamos de vacaciones. Después les compraré otro.
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---Las horas transcurrieron lentamente, la luz dio lugar a la sombra, y de la sombra brotó el nuevo día. Los rayos del sol cayeron en vertical, encendiendo las gotas de rocío posadas en las hojas. Y Truhán, allí; único habitante en el inerte paisaje del abatimiento. Tenía sed, tenía hambre, pero continuaba con los ojos clavados en la carretera. En su interior, el abandono entonaba su afilada canción. Con la mirada sin brillo y un dolor sin llanto, el pobre gemía sin ruido. Lo azotaban los ecos del ayer; la casa, los niños, el amor que le brindaron. Todo lo había perdido sin saber porqué. Y en su cabeza las palabras de su padre: "El hombre es el mejor amigo del perro".
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----Apareció de golpe. ¡No me dio tiempo a frenar!
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Las manchas de sangre que pintaban el asfalto eran el último vestigio de su paso por la vida. En el cielo, las nubes corrían como olas cabalgadas por el viento.
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Ricardo Muñoz José


Fuente:http://linde5-otroenfoque.blogspot.com/
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