Hemos recibido esta carta para publicarla en el blog. No sabemos en que apartado ponerla
¿ derechos humanos? ...La justicia en ocasiones no hace honor a esa palabra.
copio y ruego difusión:
Escribo esto desde la incredulidad y la impotencia, pero también desde la decepción y el dolor que me produce la manera de obrar de un país que, de nuevo, me sorprende desagradablemente y diezma un poco más mi confianza en la justicia.
En esta ocasión, no se trata de un crimen tremendo que queda pseudoimpune en base a esta o aquella ley (que los hay, y son “sangrantes”), esta vez se trata de algo “pequeño” que pasa inadvertido para la opinión publica y los medios, pero que, al igual que los casos mas televisados, pone en entredicho la justicia de este país.
El caso al que me refiero es el de un ser anónimo, pequeño y valiente, una mujer que ya hace años cumplió los 65, menuda y frágil, y, para quienes la conocen (que no son pocos), gran persona, buena vecina de Madrid y respetuosa ciudadana. Su nombre, Pilar D.L., y su caso, el que sigue:
Pilar nació con el lastre de un intenso amor hacia los animales (y digo lastre, porque en este país, los animales lo tienen crudo por mucho que nos digamos pertenecer a Europa). Con los años, mucho esfuerzo, un profundo conocimiento y organización, esta mujer ayudo a poner en marcha programas de control de colonias felinas, importados de países desarrollados, con el fin de minimizar las molestias que pudieran causar los gatos callejeros, mediante la esterilización y el mantenimiento saludable (incluida la alimentación) de dichos felinos, con la ventaja añadida que supone disponer de un “raticida natural” inocuo y de primera magnitud.
Su aportación, dedicación y buen hacer se cristalizaron en la firma de convenios, a través de la asociación de la que es miembro, con autoridades oficiales, que apoyaban y permitían tal labor de manera institucional en un recinto emblemático de Madrid. Sin embargo, esta labor se ha visto reiteradamente obstaculizada por ciertos individuos que ejercen, como si de “sheriff” se trataran, el oficio de vigilantes o agentes del mencionado recinto, haciendo oídos sordos al permiso y carne para tal fin del que Pilar dispone lícitamente.
La hostigacion continuada de uno de estos individuos, que se plasmaba en apercibimientos y denuncias por alimentar a los gatos objeto del convenio, llego hasta tal punto que, en cierta ocasión, Pilar fue zarandeada por el agente, ocasionándole dolor en su hombro, dada su edad y su frágil y menudo cuerpo. Estos hechos fueron debidamente denunciados, pero, ante la falta de pruebas, el agente -hombre alto, fornido, joven y presunto boxeador aficionado- salio absuelto.
Un año mas tarde, Pilar fue denunciada en comisaría por este mismo agente aduciendo que Pilar se acerco a el insultándole y diciéndole que iba a acabar con el e iba a conseguir que le echaran de su trabajo, manifestando, además, que la buena señora mantenía habitualmente una actitud agresiva y de acoso con los agentes del recinto.
El juicio se celebro hace unas semanas. Pilar acudió con el convenio que la acreditaba para alimentar y gestionar las colonias felinas del recinto, así como con una carta escrita por el “jefe” del agente en la que manifestaba que, en ningún momento, Pilar le había solicitado el cese del agente en cuestión, ni le constaba que hubiese realizado insultos hacia la misma persona u otras.
Sin embargo, y para sorpresa de todos los que conocemos el caso, el fallo del juicio fue condenar a Pilar, como responsable de una falta de amenazas, a la pena de 10 días de multa con una cuota diaria de 6 euros. Una multa leve, se paga y ya esta, pensaran algunos; pero una condena injusta, pensamos muchos. ¿Quizás sea porque la “victima” acudió acompañado por dos incondicionales compañeros de trabajo? Quien lo diría, una mujer mayor, de frágil tamaño y escasa estatura, ha logrado amedrentar a un hombretón joven y entrenado… Señores, seamos serios, esto no se lo traga nadie. Esto apesta.
Con gusto pondríamos muchos de nuestro bolsillo esos 60 euros, pero Pilar no quiere. Y no quiere porque lo que ella desea es solo justicia, esa por la que clamamos los españoles y que, en los últimos tiempos, ha mermado su credibilidad entre la opinión publica. El caso de Pilar es un caso pequeño, anónimo, pero no por ello menos injusto.
Si alguien quiere conocerla y animarla, su teléfono móvil es: 637 15 84 04.
Fdo,
Una española (y animalista) muy defraudada
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