copio:
Señores políticos, díganme, ¿cuántos cadáveres caben en sus estómagos de burócratas endiosados?, ¿cuántos crímenes pueden alojar en sus conciencias y tratarlos cual si fueran huéspedes inocuos?, ¿cuánta sensibilidad y sed de justicia tuvieron que empeñar para obtener las prebendas de sus puestos? ¿Cuándo descubrieron que remordimientos y poder, no caben en unas mismas alforjas?
Su Ley de Protección Animal es como el “amor” del matador al toro o el del cazador al ciervo; es la mentira que a fuerza de repetida sirve de bálsamo a sus escasos escrúpulos y de paso, de estímulo a los maltratadores. Y por favor, no me hablen de anteproyectos o de tiempos de tramitación, no a estas alturas de su comedia, pues esas dilaciones a lo Larra para justificar las promesas rotas, se me antojan sudarios cubriendo los despojos de tantos cuya muerte quedará impune, ¡porque falta una póliza!
Ni me expliquen que asuntos más urgentes ocupan su agenda, no cobran y por cierto que de forma abundante por resolver un problema e ignorar el resto. Quien concede plazos de gracia a la violencia está firmando con tan perversa prodigalidad la sentencia para la ejecución de inocentes. Pero aún así ustedes no pierden la sonrisa, para qué si no hay motivo, ¿verdad? Sólo son animales y, ¿a quién puede importarle, piensan, que un gato sea apedreado, un perro ahorcado o una burrita violada? Uno o cientos, el número es irrelevante cuando para los martirizados sólo queda el desprecio y el olvido.
No parece turbarles tampoco que los responsables de tales hechos se paseen por las calles con libertad; por no inquietarles, no lo logra ni la constancia de que muchos de ellos, completado su cupo de seres irracionales aniquilados, engrosarán la interminable lista de asesinos con víctimas humanas que poseían un historial de brutalidad con animales. Pero siguen sin inmutarse, pues intuyen que ningún ciudadano va a escarbar en esos antecedentes, ni a preguntarles por qué no los condenaron cuando arrojaron a un cocker por una ventana, o cuando destriparon a un gato y exhibieron las fotos de su proeza por internet.
Infinidad de ciudadanos reclaman sin descanso ante su desdén, la garantizada reforma y ampliación de esa legislación miserable y cutre que se atreven a llamar de “Protección Animal”. ¿Qué clase de protección?, denomínenla mejor Ley de ensañamiento, ya que solamente cuando consideran que concurre esa circunstancia se atreven a castigar tibiamente al autor de los hechos. Con una multa.
¿A quién pretenden engañar?, una cosa es el nombre de la disposición y otra muy diferente, cómo la interpretan. La suya, viene envuelta en un papel muy vistoso, pero dentro sólo hay vacío, excepciones y especismo en estado puro. Por cierto, ¿no es un aumento deliberado del sufrimiento del animal lo que le hacen a los toros en la lidia?, ¿no es “ensañamiento”?, y para éstos hay medalla otorgada en Consejo de Ministros. Señores, cumplan ya lo que prometieron y por favor, háganlo sin reírse de nosotros.
Julio Ortega Fraile
Desgraciadamente, el desprestigio de la clase política está comenzando a ser un hecho. Digo "desgraciadamente" porque es un hecho que el discurso político del siglo XX no va a servir para el siglo XXI, y porque es cuestión de nobleza no hacer leña del árbol caído. Digo "desgraciadamente" porque, por más que no queramos verlo, los signos de decadencia y corrupción están delante de la vista y las narices de todo el mundo. El modelo no funciona y, antes de que la podredumbre deteriore los cimientos de la civilización, será cuestión de cambiar el modelo, sin traumas ni revoluciones sangrientas, antes de que sea demasiado tarde. Ardua tarea la que nos queda por delante.
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