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J. ANTEQUERA
No ha ocurrido hace un siglo, ni en el Macondo mítico de García Márquez, ni siquiera había por medio un coronel jubilado que entrenaba a su gallo para salir de la miseria porque no tenía quien le escribiera. Ha ocurrido hoy, en plena era digital y en Castelló, donde un grupo de galleros (personas que se dedican profesionalmente a entrenar gallos de pelea) había montado una casa de apuestas clandestinas en el barrio del Perpetuo Socorro.
Cuentan los vecinos que las timbas congregaban a aficionados llegados de Madrid, Barcelona y Alicante. Buenos trajes, buenos coches. La Policía sabía que tanto trasiego no era normal, que algo grande se estaba cociendo cerca de la casa de El Chato. Al final 30 agentes irrumpieron en medio de una macabra velada, cuando dos gallos se despedazaban en el tentadero, y pusieron a 16 organizadores manos arriba y de cara a la pared. Además 85 personas, que se encontraban realizando apuestas, fueron sancionados. Los agentes de la policía recuperaron 24 animales e intervinieron 52.000 euros en efectivo.
Según la policía, la casa de apuestas ilegales celebraba "multitudinarias timbas" con peleas de gallos drogados. No era ninguna corraleta maloliente, sino una nave que contaba con una importante infraestructura: galleras para los animales, fichas para apuestas y un ring con tapete para celebrar los combates. Un auténtico casino secreto al que podían asistir hasta 100 personas por noche.
Animales hiperestimulados
Los animales eran "hiperestimulados mediante diferentes soluciones inyectadas y enfrentados en ocasiones hasta la muerte", dice el comunicado de la Policía. Además, para lograr mayor agresividad, les amputaban la cresta y les insertaban espolones de acero o huesos. Además, los animales se adiestraban con "entrenagallos", muñecos que representan la morfología de los animales para simular un ataque.
El recinto contaba con la infraestructura necesaria para desarrollar las peleas. Allí se desplazaban participantes de cualquier punto de España. De los 16 arrestados, 14 de ellos lo fueron como presuntos responsables de un delito contra la protección de la flora y la fauna. Los combates se realizaban en espacios cerrados y acondicionados al efecto y en ellos se tomaba parte mediante la apuesta de importantes cantidades de dinero. Estas apuestas provenían tanto de los dueños de los animales como de los espectadores o los propios organizadores.
En este tipo de contiendas clandestinas los gallos son enfrentados en el ring, uno contra uno, durante un tiempo establecido. El ambiente ruidoso y estresante condiciona intensamente a los gallos y alimenta una gran agresividad entre ellos. El resultado: los animales terminan con graves heridas o con la muerte del perdedor. En esta ocasión se había establecido un tiempo de media hora y ganaba el campeón que terminaba con el otro.
Fueron recuperados 24 gallos, así como intervenidos 52.000 euros en efectivo, medidores de espolones, caperuzas de pelea, cicatrizantes y otros utensilios.
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